Fuente: La Nación

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9 de Febrero 2020

Es viernes y son las 19 horas. En el casi repleto auditorio de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Roberto Serra conduce una orquesta sinfónica compuesta por 35 músicos. De cabellera larga, camisa blanca y pantalón negro, parece un director de pura cepa. Sin embargo, sus alumnos lo conocen por ser el profesor de Estrategia y subdirector de la carrera de Administración de Empresas. Durante dos horas oirán algunos movimientos de las sinfonías más reconocidas de Haydn, Mozart y Beethoven como parte del seminario-concierto «Innovación Disruptiva en la Música y las Organizaciones». Entre pieza y pieza, Serra explica con pasión las semejanzas que hay entre los creadores «disruptivos» que revolucionaron la música clásica en los siglos 18 y 19 y los emprendedores más innovadores del siglo 21. Entre ellos destaca a Jeff Bezos de Amazon y Marcos Galperin de MercadoLibre y MercadoPago.

«Hay similitudes entre el emprendedor que se necesita hoy con esos músicos. Ellos descubrieron cosas hace 200 años que recién se están aplicando hoy en otras áreas. Porque los artistas habitualmente se adelantan a la ciencia y la sociedad», dice este director de orquesta vocacional, que se licenció en la UBA en Administración de Empresas, e hizo un posgrado de Estrategia en el MIT. Serra tiene una visión holística de la gestión, integrando conceptos de la física cuántica, de la teoría del caos, de los fractales y de la dinámica de sistemas. En la música encuentra ejemplos precisos y preciosos de lo que se requiere para conducir organizaciones en tiempos de disrupción como los actuales.

«Hoy vamos a hablar de la orquesta como organización -señala el profesor-. Un elemento fundamental en la música y en las organizaciones, ya sea una orquesta, una empresa o un país, es la integración. Si los elementos nos se integran, suenan mal y no hay música.»

El profesor cuenta que en Italia crearon un robot capaz de dirigir una orquesta. «Lo pueden ver en Youtube. ¿Ustedes creen que es igual a un director humano?» Se hace un silencio. Y cuenta: «El robot marca el tiempo exacto, pero le falta algo fundamental: la emoción. Es un ejemplo de los trabajos que solo podemos hacer los humanos; los que requieren emoción, sensibilidad, conciencia, algo que no es solo lo repetitivo.»

El gran director Daniel Barenboim señala que la diferencia entre música y sonido es justamente la integración. «Cuando decimos cuál es la parte rítmica, o emocional o técnica, no estamos hablando de música; es solo sonido. Música es cuando todo está integrado y no podemos separar los elementos.» Serra continúa: «Si los elementos no se integran no hay música. Lo mismo en una organización o un país. La grieta implica desintegrar, y desintegrar no funciona.»

Tiempos VUCA

La humanidad está atravesando tiempos de gran convulsión. Muchos expertos lo definen con las siglas VUCA, que en inglés significa volatility, uncertainty, complexity, ambiguity, es decir: volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad. «Por eso necesitamos líderes y empresarios innovadores que tengan una mente abierta, holística, integradora», afirma el catedrático.

Para fundamentar sus dichos, se apoya en las bases de la física cuántica, necesaria para comprender los paradigmas del siglo 21. La física tradicional planteaba que existía una realidad objetiva, separada del humano que la analizaba. La física cuántica plantea que la realidad no existe separada del observador, que el observador humano cocrea la realidad al observar los fenómenos. Nuestros pensamientos y acciones, nuestros paradigmas mentales, la modifican. Somos inseparables del mundo que nos rodea. No hay objetividad.

¿Cómo se aplica todo esto a la gestión de organizaciones? En la gestión tradicional la empresa, la institución, es una entidad separada del contexto. Su mirada es ego-céntrica: se posiciona en el centro y a su alrededor están los proveedores, canales, consumidores finales y la comunidad en general, de quienes intenta extraer las máximas ganancias. «Eso no va más», asevera Serra. La organización moderna es parte de una red de redes, actúa en red, fluidamente, en relaciones recíprocas que se afectan unas a otras.

Es la diferencia entre el paradigma actual denominado eco-sistema, donde se comparte información y se colabora en una lógica ganar-ganar; y el viejo ego-sistema, donde todos luchan unos contra otros para destruirse y lograr la hegemonía. Un modelo depredador. La situación del planeta y la polarización social es una prueba incontrastable de que es un paradigma agotado.

Serra señala que en los Estados Unidos y en Europa se está imponiendo el consumo consciente y sustentable. La comida sana está desplazando a la comida chatarra. La acción de Kraft-Heinz, gran fabricante de snacks, cayó de 90 a 30 dólares. Vivimos tiempos de disrupción. El que no se da cuenta, pierde.

Pero, ¿qué significa disrupción? Que los cambios no son graduales sino exponenciales, abruptos como tsunamis. «Disrupción implica romper paradigmas, hacer algo que nadie hizo antes y crear algo absolutamente innovador que cambia todo para siempre. Con una condición: que la sociedad, el público acepte la propuesta», dice el profesor.

Como Haydn hace 200 años

Frente a la orquesta, Serra cuenta que «en el siglo 18, Joseph Haydn, considerado el padre de la música sinfónica, fue un gran disruptor. Su antecesor, Jonathan Bach, componía sonatas que tenían una regularidad matemática, perfecta, casi sin matices, que empiezan con un ritmo y siguen siempre igual. Bach era contemporáneo de Isaac Newton, fundador de la física mecánica. «Haydn, en cambio, desafía la simetría y la regularidad, juega con la sorpresa, con los silencios, con los estados de ánimo, con el suspenso, con la demora y la plenitud final. Haydn siempre estaba un paso más delante de sí mismo y dos pasos adelante del que lo escucha», afirma.

Tras interpretar fragmentos de las sinfonías llamadas «La Despedida», «La Caza» y «La Sorpresa», Serra explica que el gran músico austríaco también revolucionó la forma de producir y comercializar la música. Inicialmente, como era habitual, componía para un mecenas, según sus gustos y pedidos. Pero cuando su protector, el príncipe Nicolás el Magnífico murió, se fijó una estrategia y se convirtió en emprendedor. «¿Qué es una estrategia?», pregunta Serra a los alumnos. «Una estrategia es una apuesta para concretar una visión y lograr un posicionamiento. También implica elegir qué es lo que uno va a hacer y no va a hacer», responde.

Haydn decidió independizarse, dejó de escribir para otros y no compuso más óperas. Se dedicó a las sinfonías y comenzó a viajar a Londres, París, Viena, y a escribir de acuerdo a los gustos del público. «Fue el primer músico célebre en toda Europa estando aún vivo. Una suerte de estrella pop. Ganó mucho dinero. En los últimos años, con su obra ‘La Creación’, compuso para Dios».

Esta sinfonía contiene un oratorio con música atonal que se anticipa 100 años a su época. El discípulo dilecto de Haydn, el indomable Ludwig van Beethoven, se inspiró en ella para su propia obra.

Según enseña el profesor Serra, Haydn, Beethoven, Bezos y Galperin son emprendedores innovadores y disruptivos, capaces de fluir en tiempos de caos como los actuales, porque comparten un modelo mental holístico, que percibe e integra la complejidad. «El modelo holístico entiende que el todo y las partes están unidas -afirma Serra-. Entiende la dinámica de sistemas: que una decisión que tomo hoy me va afectar en el futuro y que una decisión que tomé en el pasado me va a afectar hoy. Que somos parte del mundo y no que el mundo está afuera nuestro. Que un rumor o algo que aparece en un lado puede amplificarse de manera exponencial en otro».

El todo y las partes: enseñanzas de los autores de música clásica

«A Beethoven no le puedo enseñar nada porque quiere romper todo lo que le enseño», decía con cariño su maestro, el compositor austríaco Joseph Haydn.

Ludwig van Beethoven encarna la disrupción violenta. El profesor Roberto Serra cuenta, durante el seminario-concierto «Innovación Disruptiva en la Música y las Organizaciones», que tenía un temperamento desordenado y peleador. Su tercera sinfonía, «Heroica», es una obra disonante, repleta de martillazos, temas diversos y cambios de estructura, que dura 55 minutos y no 30, como era la convención.

Al oírla, Haydn sostuvo que fue la pieza «cambió la música para siempre». Pero el público de entonces la rechazó. Como tenía una mente abierta, el compositor alemán aprendió de las críticas y se preparó para crear su obra maestra: la Quinta Sinfonía, que resultó ser la más escuchada de todos los tiempos.

«Beethoven aprendió que la disrupción no implica hacer lo que uno quiere. Disrupción significa innovar para deleitar al público, hacer algo que nadie hizo jamás pero que los consumidores aceptan con beneplácito», subraya Serra. Y agrega: «Es lo que dice Jeff Bezos: ‘Si inventamos algo radical y no le gusta a los clientes, no es disrupción. En Amazon buscamos el deleite de los consumidores'».

La Quinta Sinfonía lleva a su máxima expresión una estructura fractal, que ya había sido explorada por Haydn.

«El fractal es un término acuñado por el matemático Benoit Mandelbrot en 1975, quien descubrió que iterando fórmulas matemáticas al infinito surgían figuras geométricas y formas irregulares que también se repiten ad infinitum en la naturaleza, como las ranuras de las hojas, o los dibujos al cortar un tomate o una manzana».

En Haydn el fractal surge como la repetición de una melodía que aparece y desaparece. «En la Quinta Sinfonía, el fractal es el pa, pa, pa, pa: los acordes inconfundibles que se repiten de principio a fin, con gran densidad, cohesión y dramatismo,» explica el profesor Roberto Serra. «Es una idea fuerza, un posicionamiento, una identidad», agrega el docente de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

Lo fractal

La estructura fractal también está presente en las empresas tecnológicas más exitosas, tanto en su organización interna como en su identidad. «El fractal de Google -señala- significa que tiene que ser gratis, simple, útil e innovador. MercadoLibre, por su parte, demostró con MercadoPago que es un omnicanal digital, simple y práctico, que puede vender desde mercaderías a servicios financieros y, eventualmente, podría comercializar servicios de salud u otra cosa, sin alterar su identidad».

Para concluir, el profesor Serra explica que Haydn, Beethoven, Bezos y Galperin son emprendedores innovadores y disruptivos, capaces de fluir en tiempos de caos como los actuales, porque comparten un modelo mental holístico.

«El modelo holístico percibe e integra la complejidad. Entiende que el todo y las partes están unidas. Entiende la dinámica de sistemas: que una decisión que tomo hoy me va afectar en el futuro y que una decisión que tomé en el pasado me va a afectar hoy. Que somos parte del mundo y no que el mundo está afuera nuestro. Que un rumor o algo que aparece en un lado puede amplificarse de manera exponencial en otro», afirma Serra.

Los modelos mentales expanden o limitan el potencial de los creadores y los emprendedores. ¿Cuáles son esos modelos?

  • El modelo artesanal prefiere lo pequeño y no quiere crecer.
  • El modelo industrial piensa en grande, quiere fabricar las máquinas y controlar la producción y la comercialización.¨
  • El modelo marketinero privilegia la marca, el posicionamiento, la publicidad y el marketing masivo.
  • El modelo financiero calcula lo que más conviene de acuerdo con la rentabilidad.
  • El modelo abierto incluye todo lo anterior y, además hace alianzas, desarrolla franquicias y se abre a lo nuevo.
  • El modelo holístico comprende la complejidad y su visión integra múltiples dimensiones al mismo tiempo.

Niño prodigio

Un creador notable y trágico a la vez fue Wolfgang Amadeus Mozart, nacido en Austria en el año 1756. Fue un niño prodigio que compuso su primera obra a los cinco años de edad y que fue llevado de gira por su padre -también músico- por las cortes reales de Europa.

«Haydn dijo que era el mayor compositor que jamás conoció. Su padre y representante, Leopold Mozart, fue quien lo hizo célebre en Europa. Pero con el tiempo Amadeus, que tenía un modelo mental artesanal, que era jugador y no sabía manejar el dinero, no pudo administrar su talento. Murió en la ruina y fue enterrado en una fosa común», dice el docente de la Universidad de Buenos Aires. Su fallecimiento fue en el año 1791, por lo que era aún una persona muy joven.

El seminario-concierto al que asistí en el auditorio de la Facultad de Ciencias Económicas de esa casa de estudios me dejó impactada y conmovida por todas esas historias a las que se hicieron referencia. Y me quedé pensando que, tanto en la música como en la vida, cada decisión que tomamos nos vuelve.

Integrar, la clave de todo

Actualmente, la ciencia demuestra que todo, absolutamente todo, está interconectado. Que nuestras acciones tienen consecuencias profundas. El meteorólogo y matemático Edward Lorenz llamó a este efecto, poéticamente, el efecto mariposa. Y propuso incluso una imagen para poder explicarlo, al decir que «el aleteo de una mariposa en Brasil puede producir un tornado en Texas».

Evidentemente no son tiempos ni para dividir y reinar, ni para aislarse. Porque todo nos volverá. La clave, como sabían los grandes músicos, está en la integración.

Así fue expresado en palabras del profesor Serra: «Si los elementos no se integran no hay música. Lo mismo ocurre en una organización o un país. La grieta implica desintegrar. Y desintegrar no funciona.»

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